En la Fiesta de San José Obrero, nos adentramos en la cotidianidad para descubrir la grandeza que se esconde en lo aparentemente ordinario. ¿No es este el hijo del artesano?, se preguntaban, sin percibir la magnitud que residía tras la humilde apariencia. En nuestras vidas, a menudo caemos en la misma trampa de la familiaridad, sin reconocer la grandeza que nos rodea.
La grandeza de lo que vemos está ligada a la amplitud de nuestra mirada. El corazón generoso acoge incluso lo más pequeño como un regalo, como un don divino. Sin embargo, la falta de visión nos lleva a menospreciar lo extraordinario que se esconde en lo cotidiano.
En la figura de San José, el humilde artesano de Nazaret, encontramos un modelo de entrega y servicio. A pesar de ejercer una profesión común, su labor silenciosa encierra una grandeza que solo puede ser percibida por aquellos con un corazón grande, dispuesto a reconocer el amor en cada acción.
La Fiesta de San José Obrero coincide con el Día Internacional de los Trabajadores, recordándonos la importancia del trabajo humano. San José, patrón de los trabajadores, es un ejemplo de cómo el trabajo puede ser una oportunidad para la santificación y la realización personal.
En este día, elevamos nuestra mirada hacia el cielo y encontramos en San José un intercesor poderoso en nuestras dificultades laborales. Que su ejemplo nos inspire a valorar la grandeza de lo cotidiano, a trabajar con diligencia y a buscar siempre el bien común en nuestras actividades diarias.
Que San José, obrero y trabajador, nos acompañe en nuestra jornada laboral, guiándonos con su ejemplo de humildad y servicio. Que su intercesión nos proteja de la injusticia y nos ayude a encontrar satisfacción y realización en nuestro trabajo diario.