Reflexión de Jueves Santo: La Pascua de Jesús y Nuestro Propio “Paso” en el Mundo
Jueves Santo, día de la Cena del Señor, nos lleva a un profundo misterio de amor y liberación. En este día, recordamos cómo Jesús, consciente de su inminente partida, elige celebrar la Pascua judía, un momento crucial en la historia de la fe de Israel. No es casualidad; es el evento que simboliza la liberación de la esclavitud, un recordatorio poderoso de la fidelidad de Dios a su pueblo.

Al releer el libro del Éxodo, entendemos el marco en el que se desarrolla el misterio que celebramos en el Triduo pascual. Cristo, el Cordero de Dios, es sacrificado en la cruz y consumido en la Cena, dentro del contexto de la Pascua judía. Este evento marca el corazón de nuestra fe cristiana: la liberación del pecado y la promesa de vida eterna.
La Pascua de Jesús trasciende la liberación física; nos libera de las cadenas del pecado, la fuente de toda esclavitud y sufrimiento humano. Jesús, como el Padre, escucha nuestros lamentos, ve nuestras aflicciones y siente compasión por nosotros. Su amor incondicional lo lleva a entregarse por nosotros, ofreciendo redención y esperanza.
El amor es la fuerza que impulsa esta entrega. Jesús nos amó hasta el extremo, un amor que salva, libera y redime. En este Jueves Santo, somos llamados a recibir y compartir este amor, dejando que Jesús nos lave los pies, purificando nuestros corazones para amar como Él amó.
Celebrar la Cena del Señor va más allá de un acto ritual; es comprometernos a vivir ese amor en nuestras vidas diarias. Jesús nos muestra el camino del servicio desinteresado, del perdón y la reconciliación. Este amor transformador es lo que el mundo necesita desesperadamente.
Como comunidad cristiana, debemos ser un modelo de este amor. Nuestra unidad en el amor es la verdadera expresión de la muerte y resurrección del Señor. Al adorar la Eucaristía, renovemos nuestro compromiso de amar a Dios y a nuestros prójimos.
Jesús nos prepara para nuestro propio “paso” por este mundo, inspirándonos a vivir con la misma entrega y confianza en Dios. El Triduo pascual configura nuestra espiritualidad, recordándonos que la muerte no tiene la última palabra y que nuestras vidas están en las manos amorosas de Dios.
Este Jueves Santo, reflexionemos sobre el impacto del “paso” de Dios en nuestras vidas y cómo queremos que sea nuestro propio “paso” en este mundo. El misterio pascual da sentido y valor a nuestra existencia, llenándonos de la plenitud del amor divino.
En última instancia, es el amor de Dios derramado en nuestros corazones el que nos completa y nos guía hacia la plenitud de la vida. Que este Jueves Santo nos inspire a vivir en ese amor, transformando nuestras vidas y el mundo que nos rodea.